La integración y la soñada cohesión social se alcanzará construyendo instituciones que busquen el diálogo. Es decir, el encuentro de culturas, saberes, espiritualidades, territorios e ideales. Tarea difícil que implica ir derribando nuestros viejos hábitos de sospecha y desconfianza: nudo gordiano de nuestra convivencia.
Por Eland Vera*
3 de agosto, 2022.- Es un tema reiterado hasta el cansancio que nuestro Estado no logra servir a los ciudadanos. Que los servicios públicos son precarios y limitados. Que no hay Estado en los lugares donde debería haber presencia gubernamental. Que el modelo centralista de organización político-económica es un modelo que simultáneamente privilegia a unos y excluye a otros.
El diseño estatal está ensamblado respondiendo a un ideal occidental y foráneo, ajeno a nuestra realidad sociocultural e histórica.
Se trata de una forma de organización que reproduce las desigualdades. Pero no solo eso. El diseño estatal está ensamblado respondiendo a un ideal occidental y foráneo, ajeno a nuestra realidad sociocultural e histórica. Veamos algunos casos.
¿Qué somos?
Somos un país con diversidad lingüística que no ha producido un sistema educativo y cultural que atienda ese potencial o que valore efectivamente nuestras lenguas ancestrales.
Somos un país con territorios y climas diferenciados que no ha producido una respuesta y adecuación estatal acorde con esta peculiaridad.
Somos un país con una milenaria tradición comunitaria que se expresa en el mundo cultural, económico y productivo, pero que no ha logrado institucionalizar o aprovechar esa inclinación por los derechos comunitarios y la colaboración colectiva.
Somos un país que valora y practica intensamente la medicina tradicional andina y amazónica, pero el Estado no la incorpora al sistema oficial de salud ni fomenta su investigación científica.
Somos un país que contiene relatos, acontecimientos, personajes y procesos trascendentales que no son parte de la narrativa oficial de la historia y son desconocidos por la gran mayoría.
Somos un país con prácticas históricas de justicia comunitaria, pero el orden jurídico establecido no las incorpora y más bien las trata con desdén.
Somos un país con una monumental riqueza cultural que se ha demorado décadas en crear un ministerio de cultura y desaprovecha los maravillosos recursos turísticos del país.
Somos un país con miles de pequeños emprendedores y microempresarios que no ha producido un sistema integral de soporte técnico y financiero para estimular su productividad y crecimiento.
Somos un país con una espiritualidad holística, contextual y funcional que elude la arraigada ética de la laboriosidad y la ritualidad.
Somos un país con un amplio abanico de recursos naturales que solo apuesta por la actividad económica extractivista y transnacional.
Somos un país con diversidad de productos alimenticios de elevado valor nutricional que da la espalda a la soberanía alimentaria.
Somos un país estructuralmente heterogéneo en el que conviven prácticas de matrices civilizatorias diferentes, pero el Estado propicia el enfoque monocultural y homogeneizador.
Todas estas características y potencialidades nacionales y otras más no están institucionalizadas, no son parte del diseño de Estado. Como si quisiéramos ocultarlas, como si estuviesen sobrando. Como si el objetivo fuera ser lo que no somos o adoptar modelos exitosos que corresponden a otras realidades.
Al parecer, gran parte de la tragedia proviene de la mirada despreciativa contra la nación interna
Al parecer, gran parte de la tragedia proviene de la mirada despreciativa contra la nación interna: poderoso soporte simbólico y acomplejado del modelo centralista.
Se trata de rediseñar la institucionalidad estatal considerando nuestra realidad nacional. La integración y la soñada cohesión social se alcanzará construyendo instituciones que busquen el diálogo. Es decir, el encuentro de culturas, saberes, espiritualidades, territorios e ideales. Tarea difícil que implica ir derribando nuestros viejos hábitos de sospecha y desconfianza: nudo gordiano de nuestra convivencia.
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* Eland Vera es periodista y profesor en la Universidad Nacional del Altiplano de Puno, miembro del Instituto de Estudios de las Culturas Andinas – Perú (IDECA Perú) y de Pluralidades, revista para el debate intercultural.
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