Por Oscar Guerrero*
MIRevista Cultural, 25 de marzo, 2018.- Las imágenes de ensueño plasmadas en paisajes increíbles conformados de campos reverdecidos, quebradas caudalosas y cataratas impresionantes, dejan de ser una ilusión al contemplar la belleza del Alto Piura. Junto a ello es importante valorar las diferentes formas en las que los hombres y mujeres del campo manifiestan su relación con el maravilloso entorno en el que les ha tocado vivir.
Enlazar con la riqueza cultural que han conservado los diferentes pueblos asentados en el Alto Piura representa una actividad capaz de asombrar a cualquier visitante. Semejante experiencia puede tener lugar siempre y cuando se logre interiorizar y sentir lo que siente el campesinado piurano. No se trata entonces de impresiones engañosas que se forman foráneos que están de paso o de connacionales que hacen un poco de turismo sin expresar el deseo de convivir con las comunidades aludidas en este reportaje.
Tomaré el caso de la localidad de La Afiladera, perteneciente al distrito de San Miguel de El Faique que se ubica a 135 km. al este de Piura, para ilustrar la gran variedad de actividades y atractivos que encierra. Beneficiada por una carretera asfaltada construida hace cinco años, la zona se sitúa entre el distrito de Canchaque, el centro poblado de Lomalarga y las quebradas de Pusmallca y San Antonio extendiéndose sobre una vasta área de vegetación y montañas que constituyen el hábitat de una variada flora y fauna. Aquí se encuentran el sajino, zorro negro, puma, oso hormiguero, tigrillo, venado, cashul, ardilla, huaco y se cosechan: mango, mamey, tumbo, cacao, guanábana, limón, pacae, naranja, ciruela, mangociruela, maracuyá, café, chirimoya, lúcuma, arrayán, chicope, entre otros frutos.
Establecido en la finca “El Retiro” durante mes y medio tuve la oportunidad de visitar diferentes caseríos y familias radicadas desde hace muchos años en el Alto Piura y conocer de cerca su rutina diaria y actividades de subsistencia. Entre estas últimas destaca el proceso de destilación del aguardiente, mejor conocido en estas tierras como “Primera”. Las familias Velásquez, Carrasco y Lizana, oriundas del lugar, se dedican hace mucho a la producción de este trago que en sus mejores tiempos representó una de las principales actividades productivas de la zona. La “Primera” se obtiene como resultado de un conjunto de procedimientos basados en el ciclo natural de las lluvias.
En cuanto a la atmósfera que se respira en la zona se puede afirmar que es la ideal para quienes buscan descanso, aventura, contacto con la naturaleza y alivio para ciertas enfermedades crónicas. No puede haber nada mejor que despertar con el canto de los chilalos en el alba del día para luego disfrutar de un desayuno consistente en café con cachangas, queso fresco y jugo de mamey.
¿Cómo no relajarse contemplando el discurrir del río y las prolongadas precipitaciones de inicio de año? ¿Cómo no maravillarse con la catarata de Chorro Blanco y la espectacular vista panorámica desde el mirador natural del cerro Huayanay? ¿Cómo no disfrutar de paseos por los campos arbolados de ceibos en Lomalarga?
Y ni qué hablar de los paseos por caminos de herradura que conducen hasta montes empinados donde el tiempo parece haberse detenido.
Resulta aleccionador, además, ser testigos del modo de vida de familias humildes que decidieron levantar sus casas en zonas altas de Lomalarga, La Afiladera, Santa Rosa, Canchaque y San Miguel de El Faique. Aquí, el ganado y la agricultura (arroz, café, entre otros), lo son todo para estas personas de gran corazón. Los meses de cosecha les aseguran un abastecimiento para el año entero e incluso algunos de ellos llegan a vender su producción a pequeños comerciantes.
Cualquiera que llegara por primera vez a estos parajes, corroboraría que la gente vive feliz, complacida de disfrutar cada día de un aire limpio, agua pura, alimentos sanos y un trato afable. Representando a una fuerza vital en la cadena productiva de la economía nacional, puede que los campesinos del Alto Piura, en su mayoría, pasen sus días ajenos al acontecer nacional y que no puedan solventarse algunos gastos en deseos banales como muchos lo hacen en las ciudades. Sin embargo se han adaptado a su realidad siendo felices con lo que tienen. Y justamente para que nadie les arrebate ese mínimo bienestar merecen estar mejor representados. De esta manera sus conocimientos ancestrales y actividades productivas se verán diversificadas y potenciadas.
Conviviendo en el campo junto a campesinos que aman su tierra y la saben conservar, conlleva a una reflexión profunda sobre nuestro propio comportamiento.
¿Qué significa el hecho de encontrarse inesperadamente con una mujer cargando en sus hombros un costalillo de frutas, suspenda momentáneamente su quehacer, entable un breve diálogo y nos invite a su casa a probar unos tumbos? ¿Cómo no pasarla bien departiendo con gente oriunda del lugar, escuchando sus historias y hablando de encuentros fantásticos con el más allá? ¿Cómo no llevarse en el recuerdo la cálida acogida del pueblo faiqueño y sus autoridades?
Éstas y muchas otras experiencias terminan enseñándonos que la vida recobra sentido en tales circunstancias. Queda probada la idea de que no se necesita mucho para alcanzar la paz interior y pasar gratos momentos con nuestros semejantes.
Andar por las tierras del Alto Piura ciertamente nos deja lecciones inolvidables. La primera y tal vez más importante sea que los pueblos que conforman esta área geográfica han sabido convivir en armonía con su entorno. Ojalá que las perspectivas de desarrollo respeten esta convivencia por el bien de la gente y del medio ambiente.
¡Buenos Días! Cuando las nubes se detienen sobre las poderosas montañas para pasar la noche, cuando la oscuridad cubre el firmamento con su manto negro, cuando cantan los grillos llega el tiempo de descanso. La rutina diaria queda atrás dando paso al descanso luego de tantas subidas y bajadas por los montes. Se enciende un foco sobre nuestra mesa redonda, nos sirven café con cachangas y empiezan los relatos de los lugareños sobre los misterios que hay en la zona. -Mi tía se murió después de una larga enfermedad. Toda la familia asistió al funeral. La llegué a ver en el ataúd, blanca y tieza- cuenta una señorita cuyos ojos grandes infunden confianza. -Vi como bajaban el ataúd hasta el hueco donde le dimos el último adiós. Al día siguiente volvimos a nuestras actividades de siempre. Fui a llevar a la bestia al monte para que coma pasto. Ya en el atardecer, cerca de las cinco, regresaba con el animal. Estuvimos subiendo por un cerro. De pronto el caballo relinchó y no quiso avanzar más. Cuando miré adelante vi a mi tía bajando del cerro. Sus pies no tocaban la tierra. Solo recuerdo que me desmayé y perdí la conciencia. Luego al abrir los ojos vi a mis padres preocupados. Estuve en casa enferma durante un mes. Todos decían que lo ocurrido conmigo lo causó el susto. La señorita termina su relato y se dirige a la cocina a traer otro plato de cachangas. En este momento los campesinos empiezan a hablar sobre un alma maligna que anda por los caminos y casas asustando a la gente. Aquella alma puede presentarse como persona o animal. -¿Don Herminio se acuerda como destilábamos la primera en el fundo? Había mucha gente trabajando, ¿diga? ¿Se acuerda de Don Pancho? _ ¿El de Canchaque, que andaba a cualquier hora por los caminos de herradura y no temía a nada? _ Éeese. Un día lo veo llegar a las seis de la mañana fatigado. Pide un vaso de “primera”. El hombre se lo toma como si fuera agua. Dice: -Toca mi pecho ¿sientes? ¡Mi corazón como late! Le pongo la mano sobre su corazón y de veras que late fuerte. Después de calmarse cuenta: – Estuve caminando por la carretera y ví a un viejito paisano con su sombrero ancho. Le digo: – ¡Buenos días!, no contesta. Pienso, estará sordito. Me acerco más y repito: ¡Buenos días! El viejito chisporrotea: ¡Buenos días!, y veo que en lugar de ojos tiene dos huecos negros, dentro de la boca tiene fuego. De allí, corrí como loco sin mirar atrás. Siguen hablando de las almas, de los antiguos hacendados, del fundo, de la “primera”, de seres que aparecen y desaparecen, de cerros encantados, de oros enterrados, etc. La noche se torna más intensa y llega la hora de dormir. Todos vuelven a sus casas. |
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*Oscar Guerrero es Docente en Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas, Director General de MIRevista Cultural.
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