La emblemática agrupación de teatro Yuyachkani se pronunció frente al indulto a Alberto Fujimori y sobre la crítica situación política que ensombrece al país. "Ese insulto atraviesa a toda la sociedad, a todos los que estamos vivos esperando por justicia y hartos de ser estafados y traicionados por Kuchinskis de todo tipo.
Servindi, 29 de diciembre, 2017.- La agrupación cultural Yuyachkani, una de los máximos exponentes del teatro nacional y latinoamericano, caracterizada por investigar y cultivar las tradiciones culturales latinoamericanas, se hizo presente en la marcha nacional contra el indulto y gracia presidencial otorgado a Alberto Fujimori.
Reconocidos porque en sus representaciones convergen la crítica social, elementos de la identidad cultural nacional y siempre contextualizados dentro de los procesos que vivimos como país, los artistas no fueron ajenos a la situación política que atravesamos.
Así, como respuesta no solo llevaron su protesta artística a las calles, sino también el colectivo se pronunció respecto a la situación que ahora nos aqueja.
"No, el mercado ha estado siempre dentro del bolsillo de poderosos como Odebrecht y compañía, dragando el dinero público y empobreciendo al país, lo mismo que en la época del guano y el salitre, lo mismo que en la época del caucho y lo mismo que hoy en la menguante época de esplendor de los metales" afirma Yuyachkani.
"Siempre ha habido Odebrechts y PPKs, nunca país próspero. Siempre país manoseado, siempre patria robada", expresa parte de su mensaje.
A continuación el pronunciamiento de Yuyachkani.
PronunciamientoOdebrechts, PPKs, Fujimoris y la patria robada
Con la terquedad irreductible de un personaje trágico, Pedro Pablo Kuczynski ha dado el paso que faltaba, el paso que lo ha llevado al abismo, hacia una caducidad turbia y oprobiosa, la que en el mejor de los casos puede terminar en el olvido si es que no en la cárcel. De ese paso ya no va a poder retroceder. Si en estos momentos Pedro Pablo Kuczynski siente que vive y respira una brisa fresca que golpea en su cara es porque cae, cae en el vacío, y confunde esa caída con una vida mejor que la que ha tenido hasta que llegó diciembre. Va directo hacia una grieta en donde le espera el barral en el que parece haber vivido siempre y sin que nunca nos diéramos cuenta. Como en el cuento del rey desnudo, Pedro Pablo Kuczynski parecía siempre limpio y pulcro. Todos lo veíamos así, todos éramos engañados. Esa era la escenificación de la mentira destinada al timo, al robo y a la traición, a cobrarle impuestos a unos y a regalárselos a otros, a darle al rico y a no darle nada al pobre, a palanquear un proyecto de ley o una adenda gentil y generosa con la plata del Estado. En eso se educó y en eso vivió siempre. Hasta hoy que ya todos lo ven como estuvo siempre: embarrado. Y hoy la caída de PPK es también la metáfora del sistema económico del que ha vivido y para el que ha vivido siempre, siempre y cuando pueda tomar lo suyo, o la suya… La quiebra moral y de la credibilidad de PPK, el deshonesto y traidor funcionario del capital, es también la quiebra espiritual del sistema capitalista entre nosotros, la quiebra de las ideas que lo construyen y lo sustentan. Odebrecht es la prueba monumental que deja en ridículo la idea acerca de que hay como un espíritu llamado mercado que tiene manos invisibles que regulan y asignan demanda e inversiones en un ámbito de libre competencia. Odebrecht nos dice a todos que somos unos idiotas por haber creído que el mercado era lo que decían los libros que se estudian en las universidades. No, el mercado ha estado siempre dentro del bolsillo de poderosos como Odebrecht y compañía, dragando el dinero público y empobreciendo al país, lo mismo que en la época del guano y el salitre, lo mismo que en la época del caucho y lo mismo que hoy en la menguante época de esplendor de los metales. Siempre ha habido Odebrechts y PPKs, nunca país próspero. Siempre país manoseado, siempre patria robada. En el delicado tinglado en que se ha venido moviendo, Pedro Pablo Kuczynski ha producido el desgarre de la caja negra dentro de la que ha actuado siempre, engañando el ojo de los peruanos. Entonces un enorme chorro de luz ha caído sobre él y sobre todo el entramado político, económico, social e institucional que nos era vendido como el pan nuestro de cada día y como el modo natural en que debíamos tolerar que se organizara el mundo y nuestras vidas. Ahora toda la tramoya está a la vista. ¿Y qué es lo que vemos? Hoy vemos cómo los extremos de más de medio siglo de la lamentable historia de latrocinios y estafas se tocan con delicadeza la punta de los dedos. El joven ministro de Energía y Minas del primer gobierno de Fernando Belaunde, al que se le perdió la página once del documento que iba a permitir recuperar para el Estado campos petroleros por los que había recibido poco o nada durante decenas de años, hoy convertido en Presidente, es el virtual socio político de Alberto Fujimori, el ganador de las elecciones de 1990 que mandó matar y robó cientos o miles de millones de dólares en efectivo y convirtió al país en el coto de caza de sus socios, pandillas de delincuentes disfrazados de hombres de negocios y de disciplinados militares. Parece que no ha pasado el tiempo. Tenemos una nueva pareja presidencial, como se llamaba a los Humala. Ante nosotros discurre hoy el corso que acompaña al matrimonio que tras los tules ejercerá el gobierno. No le queda otra opción a Pedro Pablo Kuczynski , ya convertido en zombi político y sin que nadie se atreva a arriesgar por él diez centavos. Gobierna entonces el matrimonio del ladrón de la página once y comisionista de Odebrecht con el comprador de aviones bamba a Ucrania y también revendedor de armas compradas por el Estado peruano y vueltas a vender a las FARC, con delivery aéreo incluido. Uno para el otro. Diestros en el timo, el robo y la mentira. Sólo falta una vuelta a la plaza en uno de los elegantes automóviles descapotables que solía usar Manuel Prado. Los tiempos, los malos tiempos se juntan y parece que no pasan, que no quieren pasar. Pero estábamos en el vuelo del zombi hacia el fondo de la ciénaga. Y en el tiempo de vuelo, que es largo, PPK, sus nuevos amigos y sus nuevos amores se preguntan acerca de algo que no habían calculado. ¿Si los amigos, los padres, los hijos de los muertos y desaparecidos están ya ancianos o maduros y acostumbrados a la pérdida de sus parientes, por qué toda esa chusma de jóvenes sale a las calles a perturbar el buen hacer del gobierno y a no dejar que vida y economía transcurran con normalidad, como ayer como hace un año, como al comienzo del siglo, como en el siglo pasado o como en el siglo XIX? ¿Por qué salen a pitear por el indulto si ese no es su problema, si a ellos no les han matado a nadie? Eso no lo calcularon. En todo el país, de sur a norte, en costa, sierra y selva, hombres y mujeres de todas las edades han salido a las calles en días en que el nuevo matrimonio esperaba que siguieran celebrando la Navidad en sus casas. No ha sido así. Los que marchan, gritan y protestan son básicamente jóvenes, hombres y mujeres indignados ante tanto robo y tanta mentira, ante la desfachatez y el insulto contenido en el acto de indultar a un delincuente a cambio de respaldo político. Ese insulto atraviesa a toda la sociedad, a todos los que estamos vivos esperando por justicia y hartos de ser estafados y traicionados por Kuchinskis de todo tipo. Esos jóvenes son los descendientes de todos los bravos hombres y mujeres que con su vida y con sangre construyeron este país. Los que marchan vienen de la estirpe de Grau, Bolognesi, Elías Aguirre, Enrique Palacios, Andrés Avelino Cáceres, Ramón Castilla y Micaela Bastidas y Túpac Amaru. Una promesa de país sale como un huracán de cada una de las pocas páginas que hoy aún dan cuenta de la historia del Perú en colegios y universidades chatarra. Eso basta para que el huracán se transforme en grito y en una protesta que reclama la ilegalidad del nuevo matrimonio presidencial, la vuelta de Fujimori a la cárcel, la renuncia de PPK, nuevas elecciones y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que refunde el país. Para que el Perú no sea más la isla de los piratas, la cueva de los ladrones. Abajo el gobierno de la mentira. Grupo Cultural Yuyachkani ---
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