Marcos López Pérez, es un indígena Tzeltal, indignado que encontró en su formación profesional, la siembra de la defensa de los derechos humanos, y la consolidación de su comunidad originario Petalcinco al norte del Estado de Chiapas México. Es fundador y miembro del Comité de derechos humanos de Chiapas Digna Ochoa, su fuerte activismo lo expone a retos y a amenazas contra su humanidad
Por Yanaidys Palmar*
23 de mayo, 2017.- Con una notable sonrisa, y con ese acento mexicano bien sentido, cuenta que se formó como activista por un acto indígnate que sufrió en el año 1994, cuando por órdenes del presidente de aquel entonces Ernesto Zedillo Ponce de León, su territorio fue militarizado y la pugna discriminativa a los pueblos indígena se extendió fuertemente “fui torturado y maltratado, era tiempos de grandes choques de discriminación hacia los indígenas, por todos lados nos querían controlar, mis padres lucharon y yo heredé esa resistencia” manifiesta.
Con apenas la primaria, Marcos comprendió que su vida estaba destinada para el activismo así que se fajó estudiando su secundaria. Ejerció la docencia universitaria en la Universidad Intercultural de Chiapas, donde fundó el sindicato único de trabajadores para reivindicar los derechos de los estudiantes y de los profesores indígenas en el recinto universitario. Lucha que fue criminalizada “dejaron de contratarme en esa universidad, aun con todo los aportes que dí desde mi saber indígena” señala.
Integró la Red de Defensores de Derechos Humanos de su país, quienes le dieron la oportunidad de acompañar muy de cerca el caso de la arremetida que sufrieron miembros de la comunidad por grupos paramilitares, para despojarlos de sus tierras, una forma de problematizar que se gestaba desde el gobierno local titulando a terceros tierras que estaban ocupadas para el año 2000, caso que fue posicionado en la opinión pública nacional, “como no teníamos abogados, participé en todo el proceso, la investigación, las actas y logramos un juicio que condenara la violencia de donde viniera”, nos aclara López.
Ese episodio, representó para él una semilla para su próximo reto, estudiar derecho, y después su Maestría en Ciencias Penales, en la Universidad del Sur de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Con sus títulos en mano volvió a su pueblo natal, donde sigue sembrando la resistencia. Cada semana toma un bus y después de 6 horas de viaje llega a la capital para hacer seguimiento a las diversas defensas que les encomienda el Comité de Derechos Humanos de Chiapas Digna Ochoa.
Los otros días de la semana siembra en su cafetal, recoge su leña y protege a sus padres, a su esposa y a sus 4 hijos, como una obligación que su cultura le dicta, así transcurre la vida de Marcos López Pérez, el activista que sin miedo siembra la justicia en Chiapas. Su siguiente reto personal es romper la barrera de la discriminación tecnológica para ponerla al servicio de su comunidad.
Por su activismo ha sido perseguido y amenazado en varias oportunidades, “dicen que somos vendidos al gobierno, tienen campañas para desprestigiar la labor que llevamos en defensa de los derechos humanos, pero estamos seguros que la trayectoria y la experiencia que construimos se sostiene por sí misma” refiere Marcos.
Desde hace un mes se encuentra en España, en la Universidad de Deusto en Bilbao, donde cursa el programa de “Experto en Derechos de los Pueblos Indígenas” becado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
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*Yanaidys Palmar es una joven comunicadora wayúu.
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