El poder judicial de Perú ha condenado por primera vez en la historia a traficantes de aletas de tiburón, pero se requerirá más que una condena para acabar con este desenfrenado negocio.
Por María Fernanda Ramirez
InSight Crime, 18 de febrero, 2022.- A mediados de marzo de 2018 la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (FEMA), en conjunto con otras autoridades, incautaron 1.800 kilos de aletas de tiburón envueltas en 51 sacos.
Cuatro años después del emblemático decomiso, el poder judicial condenó por el delito de tráfico de especies acuáticas a cuatro años y seis meses de prisión privativa de libertad, a Jorge Roldán Angulo Sánchez, subgerente de la empresa dueña del cargamento, AJANSA PERU S.A.C. y al comprador, Poly Diks Pinto Gonzáles.
Los acusados también deberán pagar una reparación civil de alrededor de US$27.000. Posteriormente se disponían las aletas para su exportación como productos animales legales hacia Hong Kong.
La organización internacional Oceana, dedicada a la protección de los océanos del mundo, identificó las aletas decomisadas y encontró que pertenecían a seis especies protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Algunas correspondían a tiburones martillo, zorro pelágico, liso y sedoso.
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Desde entonces, los decomisos de aletas de tiburón en Perú han sido imparables. Durante 2020, se incautaron en el país alrededor de 28 toneladas de troncos de tiburón y 2.300 kilos de aletas, de acuerdo con Oceana. La mayoría de estas aletas tienen como destino China, donde un kilogramo puede venderse por US$700.
Gran parte de las aletas de tiburón llegan a Perú procedentes de Ecuador, en donde la pesca de esta especie está prohibida y la comercialización de sus aletas solo es permitida cuando los tiburones caen en las redes pesqueras de manera incidental.
Análisis de InSight Crime
Tres puntos pueden resaltarse frente a la histórica condena que busca poner freno al incesante tráfico de aletas de tiburón en Perú.
En primer lugar, la condena de traficantes de aletas de tiburón logra sentar un precedente en la lucha contra el tráfico de recursos hidrobiológicos en Perú.
César Ipenza, abogado especializado en temas ambientales, le dijo a InSight Crime que “este es un gran logro en el Perú y es importante para que los jueces empiecen a entender que se está hablando de especies con un rol fundamental en los océanos”.
En segundo lugar, este logro se ve opacado por el flujo de aletas de tiburón que ingresan al país desde Ecuador con la justificación de ser producto de la pesca incidental – pero que a menudo no es incidental, sino intencional – explicó a InSight Crime Alicia Kuroiwa, directora de hábitats y especies amenazadas de Oceana Perú.
El problema detrás es que las autoridades en Perú permiten la entrada de aletas de tiburón de Ecuador que tienen un certificado de ser pesca incidental sin llevar a cabo una verificación minuciosa de que el producto efectivamente fue obtenido de manera incidental, es decir, de manera legal.
“Con esto, finalmente lo que Perú está haciendo es lavar aletas ilegales de Ecuador”, dijo Kuroiwa.
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Aletas de especies protegidas también ingresan a Perú desde Ecuador por pasos no controlados como mercancía de contrabando, camuflados entre aletas de especies cuyo comercio es autorizado.
En la parroquia ecuatoriana de Puerto Bolívar, en la frontera de ambos países, hay aproximadamente 200 bodegas clandestinas que sirven como punto de acopio de estas aletas ilegales.
En tercer lugar, la falta de control sobre los transbordos que realizan en puertos peruanos las flotas extranjeras que pescan en aguas internacionales, es otro de los retos que enfrenta el país a la hora de mitigar el tráfico de aletas de tiburón.
El transbordo consiste en pasar la pesca de dichas flotas a contenedores para ser enviados a mercados internacionales. Pero las autoridades no tienen la capacidad de revisar un porcentaje significativo de estos contenedores, lo que ha sido una ventana de oportunidad para el tráfico de aletas y carne de tiburón, según Kuroiwa.
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