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¡Esta democracia no es democracia! Edición especial de Lucha Indígena

Fuente de la imagen: Lucha Indígena 188.

Servindi, 17 de febrero, 2023.- “Se ha iniciado una revolución en la conciencia de la gente, se ha encendido una alarma de dignidad en cada pueblo, se ha colocado una semilla de libertad en los estudiantes y en los trabajadores”.

Así indica el editorial de la revista mensual “Lucha Indígena” correspondiente al mes de febrero en una edición especial de 44 páginas dedicada principalmente a la tempestad en los Andes generada en Perú.

“Los pueblos indígenas y los pueblos del campo se han levantado y no habrá manera de volver al cotidiano sin la recompensa de la transformación social” prosigue el texto editorial.

La revista virtual mensual “Lucha Indígena” es dirigida por el líder histórico de las luchas campesinas en Perú Hugo Blanco Galdós y es editada y diseñada por Carlos Bernales (Cabe).

Puede acceder o descargar la publicación a través de los siguientes enlaces:

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Editorial

Ya antes del 7 de diciembre, análisis internacionales describían al Perú como un país dicotómico. Es decir un país que, por un lado, tiene una clase económica y política que está siempre intentando dejar las apariencias e instalar abiertamente la dictadura que practica selectivamente hace décadas; y, por el otro lado, un pueblo en constante lucha y resistencia contra un estado que trabaja para hacer negocios con la gran empresa y que condena a sus pueblos a la miseria, la precariedad, la injusticia y hasta a la muerte.

Ya antes del 7 de diciembre, diferentes provincias o regiones del Perú habían sido militarizadas para reprimir a las poblaciones. Recordamos las tanquetas del ejército en la lucha contra Tía María en Arequipa, los cientos de soldados ocupando los pueblos que atraviesa el corredor minero. Para el Perú indígena, al igual que en toda el Abya-Yala, Estado es sinónimo de militares y policías entrando a sus territorios para matarlos de bala o hambre.

Ya antes del 7 de diciembre, los pueblos del Perú sufríamos la violación de derechos humanos, las detenciones arbitrarias, la persecución legal con denuncias y juicios, las amenazas y el amedrentamiento, el desprecio de la clase política y la discriminación y calumnias de los medios de señal abierta. El 2022 fue asesinado el dirigente Oscar Mollohuanca en su casa en Espinar sólo por oponerse a la ampliación de Antapaccay. Tenía juicios abiertos desde el 2012, había sido encarcelado y torturado por estar de parte de su pueblo. Como él, y otros tantos en Cajamarca, Puno, Apurimac, el año pasado 8 defensores ambientales de la Amazonía fueron asesinados por empresas extractivas, a pesar de los pedidos de protección y presencia del estado.

Ya antes del 7 de diciembre, la policía actuaba sin conciencia, en contra del pueblo y en defensa de la gran empresa que alquila sus servicios cuando le da la gana. Ya antes la policía sembraba “pruebas” a los manifestantes para acusarlos, los golpeaba, los torturaba, los humillaba; ya antes, lanzaban bombas lacrimógenas a viviendas, se metían a las casas, agrediendo a niños y ancianos; se infiltraban en las marchas para destruir propiedades y para provocar la represión. Hace demasiado tiempo que la policía dispara a matar y hace tiempo que el pueblo los identifica como el esclavo miserable que se pone de parte del amo contra sus hermanxs.

Ya antes del 7 de diciembre, (cosa que nunca comprenderán los periodistas, los mercenarios ni los traficantes de influencias en Lima) la conciencia y la dignidad de los pueblos indígenas andinos y amazónicos, nos mostraban el único camino posible: solidaridad, participación y organización. Claro que se puede sostener una lucha de estas dimensiones con la solidaridad honesta de los que menos tienen, lo hemos hecho por siglos.

Ya antes del 7 de diciembre, la prensa, los medios de comunicación y las redes sociales del poder económico en el Perú le habían negado voz al humilde, al andino, al amazónico, a la campesina, a la obrera, a las barriadas, a los asentamientos humanos, a los estudiantes. El desprecio al pueblo por parte de la élite económica se demuestra, no sólo en sus noticias falsas y comentarios malintencionados, sino en su programación racista y discriminatoria que ha formado generaciones con un complejo contra lo rural y lo indígena.

Pero antes del 7 de diciembre del 2022, no habíamos visto una movilización social tan amplia, diversa y autónoma. Esta no es sólo una marcha a Lima, es una movilización nacional con bloqueos en todo el territorio y cientos de organizaciones participando en todo el país. Algunos piden la restitución de Castillo como quien pide justicia para uno mismo, porque fue elegido por el pueblo y no lo dejaron gobernar. Sin embargo, la verdadera lucha iniciada por las provincias del Sur, y a las que se están uniendo las regiones de la Macro norte y la Amazonía, es por la justicia que esperamos hace siglos, por la libertad de decidir la vida en nuestros territorios, es contra el desprecio, el abuso, el robo y la muerte a la que nos quieren condenar.

Antes del 7 de diciembre, tampoco habíamos visto los conos de Lima marchar en apoyo a los manifestantes de provincia. En los conos también están hartos del abuso, del abandono, de la precariedad y por allí, también se está despertando conciencia. No se había visto antes a esas generaciones de migrantes en Lima, colaborando, hospedando, alimentando y asistiendo a los manifestantes. Después de estas movilizaciones que empezaron el 7 de diciembre, cuando la clase política y el poder económico acepten su derrota, nada será igual.

Se ha iniciado una revolución en la conciencia de la gente, se ha encendido una alarma de dignidad en cada pueblo, se ha colocado una semilla de libertad en los estudiantes y en los trabajadores. Los pueblos indígenas y los pueblos del campo se han levantado y no habrá manera de volver al cotidiano sin la recompensa de la transformación social. De ahora en adelante, la política y la sociedad en el Perú tendrán un actor diferente y que va creciendo en coordinación. Ese actor es el río de naciones y pueblos que ahora marchan dispersos, pero que están encontrando los mecanismos para organizarnos. La persecución y el terruqueo que destruyó las organizaciones sociales en la época de Sendero y Fujimori, tendrán una respuesta muy distinta. A mayor violencia, mayor organización. El miedo se acabó.

¡Llapa Runaq Hatariynin!
¡Renuncia Dina Boluarte, de una vez!
¡Fuera clase política!
¡Asamblea constituyente!

 

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