Por Naimul Haq
IPS, 13 de octubre, 2017 - La birmana Yasmin, de 26 años, carga a su bebé de 10 días, a quien dio a luz en un hacinado campamento de refugiados en esta localidad de Cox’s Bazar, en el sur de Bangladesh, en la frontera con Myanmar (Birmania).
Tres semanas atrás, cuando todavía estaba en su casa de Hpaung Taw Pyin, en Birmania, un grupo de soldados violó a Yasmin mientras quemaba su casa, la gente huía y se escuchaban disparos en el aire.
Con ojos llorosos, la joven contó a IPS cómo la golpearon y la violaron en su noveno mes de embarazo. La aldea estaba casi vacía cuando ella y muchas de sus vecinas fueron violadas. De hecho, quedaban muy pocas mujeres y niños después de que los hombres huyeron por temor a ser torturados o asesinados.
“Aquella terrible tarde un camión del ejército estacionó en nuestro barrio, y luego los soldados allanaron las casas. Estaba sola y uno de los soldados invitó a los otros a gritos a violarme”, relató.
“Me apuntaban con armas mientras me sacaban la ropa para turnarse. No recuerdo cuántos me violaron, en un momento perdí la consciencia de tanto que grité”, añadió, visiblemente exhausta y traumatizada por la terrible experiencia.
El esposo de Yasmin fue asesinado en Birmania el 4 de septiembre durante una de esas incursiones realizadas, al parecer, por hordas budistas contra la minoría musulmana en su ancestral estado de Rakhine.
El distrito montañoso de Bandarban y el costero de Cox’s Bazaar, a unos 350 kilómetros al sureste de Daca, concentra a los refugiados rohinyás, expulsados de Birmania desde 1992. Por su vecindad, Bangladesh es el país que más miembros de esa comunidad ha albergado.
“Trabajo como activista de derechos humanos desde hace 20 años y nunca escuché tal grado de violencia”: Bimol Chandra Dey Sarker.
Pero el último flujo masivo de rohinyás comenzó en agosto, tras la brutal arremetida de las fuerzas de seguridad birmanas. La magnitud de las atrocidades fue tal que llevó a muchos a calificar el ataque de genocidio.
Incluso, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, habló de limpieza étnica.
Un hombre rohinyá, que logró cruzar la frontera y llegar a Bangladesh a mediados de septiembre explicó a IPS: “Lograron de hecho, sacar a los hombres rohinyás mientras las mujeres vulnerables se convirtieron en problema para la junta militar, porque el asesinato de mujeres desarmadas los hubiera expuesto a la crítica internacional. Entonces prefirieron asustar a mujeres y niños, aplicar agresiones físicas y abuso sexual, que funciona tan bien”.
IPS pudo conversar con trabajadores de numerosas agencias y organizaciones humanitarias que trabajan en el terreno, quienes coincidieron que prácticamente todas las mujeres, salvo las muy mayores o las muy pequeñas, sufrieron distintos grados de agresión sexual y hasta violaciones en grupo, sin la menor contemplación por niños, testigos de asesinatos y de la quema de sus casas.
“Trabajo como activista de derechos humanos desde hace 20 años y nunca escuché tal grado de violencia”, aseguró Bimol Chandra Dey Sarker, director ejecutivo de la organización Mukti, en Cox’s Bazar, quien trabaja como activista de derechos humanos desde hace 20 años.
“Muchas de las mujeres que están en los campamentos de refugiados comparten sus dolorosos relatos de abusos sexuales”, añadió.
“Los relatos de abuso sexual de mujeres siguen llegando. He escuchado a algunas relatar incidentes horrendos, que son pesadillas cotidianas. ¿Cómo puede esa violencia ocurrir en un mundo civilizado?”, reflexionó Kaniz Fatema, de la organización Codec, en Cox’s Bazar.
“Aunque las mujeres son tímidas y están traumatizadas, hablan. (En Bangladesh) se sienten seguras y las historias de abusos llegan desde distintos rincones de los campamentos”, añadió.
“Al principio, proporcionábamos atención de emergencia a muchos refugiados rohinyás con heridas de bala”, informó el jefe del hospital de Cox’s Bazar, con 500 camas.
“Ahora, tenemos otra crisis con tantas mujeres embarazadas. Las registramos y las ingresamos casi a diario, a pesar de las escasez de camas, y muchas de ellas denuncian haber sufrido acoso sexual”, añadió.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas ofrece servicios de salud reproductiva en Bandarban y en Cox’s Bazar, donde los trabajadores de la salud comparten relatos similares de mujeres que sufren torturas y violaciones en grupo a punta de pistola.
“Es espeluznante”, declaró un trabajador de Bandarban. “”Escuché a una niña que la habían violado frente a su padre, su madre y su hermano. Luego, los soldados sacaron a los hombres y les dispararon”, relató.
“La limpieza sistemática no terminará hasta que cada rohinyá sea expulsado del país”, aseguró Mohammad Jamil Hossain, quien escapó a través de la densa selva, evadiendo minas y guardias fronterizos de Birmania, que buscan hombres para atrapar y que no escapen.
“Todo el mundo está mirando y no hacen nada para frenar los asesinatos. Aquí tenemos a una Hitler que goza del apoyo internacional por lo que califica de ‘problemas internos’”, añadió, refiriéndose a la gobernante Aung San Suu Kyi, quien no logra frenar a las fuerzas de seguridad.
“Las mujeres que llegaban a Nayapara a través de Shah Porir Dwip estaban en un estado de shock y agotadas”, señaló Shireen Huq, fundadora de la organización Naripokkho, que aboga por los derechos de las mujeres.
“Muchas de ellas eran sinceras sobre el ‘julum’ (término utilizado para referirse tanto a la tortura como a la violación) que habían sufrido y sobre haber sido violadas por varios soldados”, relató.
“Tenemos que garantizar una atención apropiada y adecuada de los refugiados, en especial a quienes sufrieron abusos sexuales. Necesitan asistencia médica y atención psicosocial y servicios de aborto”, precisó.
“Las agencias que trabajan en los campamentos para los refugiados rohinyás estiman que 50.000 mujeres están embarazada. Ya hubo cientos de partos.Tiene que haber servicios de emergencia las 24 horas para hacer frente a la situación”, añadió Shireen.
Más de 501.800 rohinyás huyeron de Birmania, de mayoría budista, y se refugiaron en Bangladesh desde el 25 de agosto.
Los asentamientos densamente poblados se multiplicaron en el camino que va desde Teknaf hasta Cox’s Bazar, en la frontera con Birmania, divididos por el río Naf. Alrededor de 2.000 rohinyás llegan al campamento todos los días, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La agencia solicitó a la comunidad internacional 120 millones de dólares entre este mes y febrero de 2018 para comenzar a hacer frente a la crisis humanitaria.
“Los refugiados que huyeron del (estado birmano de) Rakhine lo hicieron creyendo que encontrarían seguridad y protección en Cox’s Bazar”, recordó William Lacy Swing, director general de la OIM, en una declaración divulgada el 4 de este mes.
“Es nuestra responsabilidad garantizar que termine el sufrimiento y el trauma que experimentaron”, añadió.
Mientras, testigos señalan que todavía hay miles de refugiados en la selva esperando para cruzar a Bangladesh, que abrió oficialmente sus fronteras. Muchos se divisan desde las colinas, caminando con lo que sea que hayan podido acarrear.
“Quedé realmente impactado del miedo que tenían esas personas, por lo que vivieron y por lo que vieron en Birmania”, indicó Filippo Grandi, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, en un campamento donde miles de personas viven bajo las lonas que cubren las colinas y los arrozales.
“Padres asesinados, familias divididas, heridos, mujeres violadas. Hay una violencia terrible y llevará mucho tiempo sanar las heridas, más que lo que se necesita para satisfacer sus necesidades básicas”. añadió Grandi.
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Traducido por Verónica Firme
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Fuente: Inter Press Service: http://www.ipsnoticias.net/2017/10/mujeres-rohinyas-sufren-insoportable-violencia-birmania/
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