Servindi, 22 de enero, 2023.- ¿Qué es la locura? ¿Qué significa perder la “razón”? ¿Quién o quienes definen el criterio de la normalidad en las conductas? ¿Quiénes estamos locos? ¿todas las personas consideradas locas deben estar en el manicomio?
Esas son algunas preguntas que nos asaltaron el 16 de abril de 2022 cuando publicamos una primera crónica sobre Coca Kola, el “loquito de Celendín” escrito por la sensibilidad especial de José Luis Aliaga Pereira.
En esta oportunidad el relato versa no tanto sobre el Coca Kola, sino sobre la persona que en los momentos más duros debido a la recia lluvia busca apoyarlo para sobrepasar el infortunio.
Estamos ante un relato de ternura exquisita, de especial solidaridad, que nos confirma –al igual que en la crónica anterior– que existe un sentimiento humano más allá de la avaricia y la indiferencia.
¡Qué buena madre tiene el Coka Kola!
Por José Luis Aliaga Pereira*
No lo dijo en broma; aunque, sonreía, en verdad envidiaba, sanamente, el trato que le daba. Era una vecina que se detuvo al pasar por el parque "La Alameda" y hacer este comentario.
El pueblo de Celendín conoce al Coka Kola, el loquito que descansa en la vereda del lugar pintado de blanco y azul, al que adornan tres palmeras y al centro un monumento.
Siempre quise conocer a esta madre; "debe ser alguien especial", imaginaba, "una persona diferente".
Todas las mañanas troto por su vereda más ancha; el parque La Alameda está en buenas manos, es una suerte que los moradores aún lo conserven y no invada la contaminación visual ni auditiva. La Alameda es un espacio agradable y relajante.
¡Qué buena madre tiene el Coka Kola!
Luego de escuchar estas palabras presté más atención a lo que estaba realizando la señora a quien se referían y fue motivo por lo que hoy escribo a vuelapluma.
Al inicio me dio la impresión de que hablaba sola, que era otra loquita más; no era así. Tarareaba una vieja canción y barría, a la vez, la vereda en Ia que descansa Coca Kola. Eran las seis de la mañana y, pensé, seguro dejó los quehaceres de casa para asear la vereda de la calle que no era la suya. También, supuse, que el esposo, los hijos y la familia sabían que esta hermosa labor, su compañera, su madre, su hija, la realizaba con esmero, cariño y alegría.
¡Qué buena madre tiene Coka Kola!, repitió mi cerebro y quise saber más de ella. No iba a importunarla con preguntas y situaciones que la hagan sentir observada, no.
Continúe con mi rutina de siempre, pero puse mis sentidos más atentos cuando pasaba frente a ella. La canción que tarareaba era una hermosa melodía infantil que, imagino, hemos escuchado alguna vez entre biberones y pañales. Entonces, regresó a mi ser aquella música y llenó de ternura mi espíritu.
El Coka Kola es un tipo madrugador, había arreglado los trastes de su cama y "salido" a caminar. Este día no fue uno cualquiera. La madrugada del 16 de enero y la noche del 15 cayó una lluvia torrencial y las calles de la provincia se convirtieron en verdaderos ríos. En momentos como este, pensé, Coca Kola, seguro, no podrá dormir durante toda la noche. Los trastes de nuestro loco amanecieron húmedos, por no decir mojados, no había sido una llovizna simple que solo moja las plantas de los zapatos y la puedes combatir arremangándote los pantalones y saltando charcos. Fue una lluvia que los campesinos esperaban; pero, el Coka Kola, no.
¡Qué buena mamá tiene Coka Kola! se ha convertido en una poesía para mí. Me llegan imágenes tiernas, hermosas, que van más allá de aquel momento. Vivir en nuestro país, aparte del estrés que nos invade, la incertidumbre que te te atrapa, además de las necesidades del día a día, hay que ser, más que mamá, una súper mamá, una madre de película. Mi ánimo explota, me emociono y grito: ¡existen, existen, existen! Y la veo otra vez en mi mente, con el pelo desordenado como si estaría desplazándose en casa, entre los dormitorios de los hijos, la cocina y el comedor.
La señora había colocado los trastes para que se oreen o sequen, al frente, en el jardincito de la vereda del parque. Miro al cielo y el sol no estaba interesado en salir o no podía alumbrar porque nubes negras lo impedían. A veces, me pongo a pensar, que a propósito el sol y las nubes se ponen de acuerdo para vernos actuar aquí en la tierra, para ver cómo actúa nuestro corazón. Seguro también lo hace en Lima y en todo el trayecto de amor de los marchantes, que viajan desde la sierra y selva para dar al mundo no sólo un mensaje de amor a la tierra, a la humanidad. ¡Qué hermoso!
¡Qué buena madre tiene el Coka Kola!
No he averiguado de esta familia más de lo que han visto mis ojos. Me acordé que en casa tenía un colchón unipersonal que fue utilizado en la obra teatral que presentamos en la Escuela de líderes y líderesas "Hugo Blanco". Después de mi caminata regresé al parque con el colchón al hombro y toqué la puerta de la mamita. Por la ventana del segundo piso de la casa, salió el esposo y me preguntó:
— ¿A quién busca?
— A la señora —le dije.
En un momento la señora salió.
— Señora —le dije luego de saludarla—. Esto es para el Coka Kola
— Gracias —me dijo—. Será para su muda porque ya reemplacé al mojado por otro seco que tengo para estos casos.
Tenía enormes ganas de abrazarla y decirle lo que, seguro, Koca Cola nunca le podrá decir:
— Gracias madre, muchas gracias mamacita querida.
Me despedí dándole un largo abrazo.
Como si llorara de emoción, del cielo, empezó a caer, gota a gota, agua, que, está vez, no llegó a ser tormenta.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendín, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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Esas son algunas preguntas que nos asaltan luego de leer la interesante crónica de José Luis Aliaga Pereira sobre Coca Kola, el "loquito" de Celendín, y buscar infructuosamente una definición de locura satisfactoria. Seguir leyendo...
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